Si miramos con detenimiento la crisis creativa en la que han vivido siempre la publicidad y las formas de comunicación orientadas al mercado de consumo masivo, entenderemos que muy pocas de sus producciones en realidad hacen algún sentido o cumplen alguna función mas allá del intento de venta de productos, servicios y objetos inútiles. Entiendo claramente que para el mercado, impulsar la venta de cualquier cosa ya es un sentido, pero si hablamos de sentido desde un ámbito un poco más amplio, nos encontramos un archivo de producciones visuales, audiovisuales y de todo tipo en donde muy pocas piezas realmente han logrado hacer sentido por si mismas o con respecto a su momento y su público.
Por otra parte y tal como lo planteé en mi trabajo de tesis de la facultad de arte hace 20 años, (Nuevas Consideraciones para la Promoción y Difusión del Arte Contemporáneo, Programa de Artes Plásticas, Universidad de los Andes, Bogota, Sept, 1997 ) la producción artística comienza a penetrar los lenguajes y los diálogos con públicos cada vez más amplios, que son capaces de decodificar la complejidad de las obras de arte y de dialogar con ellas como hoy dialogan con muchos otros lenguajes de los media y los social media. Muchos artistas han roto sus fronteras en cuanto a canales soportes, plataformas y lenguajes, explorando todas las posibilidades de los productos, las ediciones, los eventos, las revistas el mundo de la moda, el cine la television, para ampliar las fronteras del mundo del arte estrecho y asfixiante que existió hasta final del siglo XX.
Aún recuerdo la violenta reacción del público del Museo de Arte Moderno de Bogotá en mi conferencia de presentación de la investigación sobre las oportunidades de diálogo para el arte en el mass media y los productos, el turismo y las audiencias masivas y sobre las posibilidades de las exhibiciones virtuales y las comunidades momentáneasque describía en ellas. Un aire de profanación rodeó la presentación de estas ideas en ese momento y en ese contexto.
Sin embargo, si pensamos que el prosumer de hoy comienza a alcanzar niveles de información, recursos y referencias que le permiten relacionarse más libremente con lenguajes del arte tradicionalmente “inaccesibles” e “indescifrables” para personas sin formación artística, entenderemos que que el volumen de las audiencias se expanden mas allá del fenómeno masivo de las visitas multitudinarias a museos de los finales de los 80 y 90´s a un gran acceso permanente a los contenidos de arte contemporáneo . El arte se convierte en un contenido más, consumible a través de muchos canales, un evento del que las audiencias quieren participar y que conecta cada vez más con públicos que no tienen miedo a leerlo, y prefieren ser parte de la obra misma. Los medios y productos digitales, los world tour de grandes exhibiciones, los productos y familias de productos derivados del trabajo de artistas de los 60 y 70´s, los souvenirs de museo y la edición virtual y física de reproducciones ocuparán posiblemente el lugar de obra de arte en el acceso y la tele-presencia hacia el acceso al contenido del arte para las audiencias masivas.
En ese momento, el lenguaje de los mercados y el del arte tendrán un diálogo poderoso, donde muchos artistas cantarán en playback las plegarias de las marcas para audiencias que así lo prefieren, pero pienso que a su vez, muchas marcas adoptarán discursos y conversaciones de mayor profundidad, autenticidad y significado para audiencias hábiles en la lectura de códigos, entrenados para ignorar mensajes y ávidos de contenidos verdaderos y esenciales. En ese momento el arte y la cultura de masas tendrán un limite tan difuso que permanentemente se contaminarán uno al otro y no sabremos diferenciarlos. Es una cuestión de tiempo....tic-tac, tic-tac