En una sesión de trabajo reciente, realizada con funcionarios publico de diversas instituciones colombianas, surgió la discusión sobre el término "Capitalización del conocimiento".
Desde la perspectiva que se planteaba en esta sesión, se entendía la frase como la intención de convertir las experiencias, en un valor , que les permitiera a las organizaciones, crear programas, servicios y proyectos innovadores, basándose en casos de éxito, sistemas y el know how de todos los que en ellas han trabajo desde su fundación. Sin embargo, se percibió la palabra capitalización desde la óptica mercantil, interpretando la frase como la explotación del saber colectivo para provecho individual.
Capitalizar el conocimiento, es una tradición a la que hasta hace muy poco hemos comenzado a cultivar. Por siglos, la sabiduría popular latinoamericana, nacida de su cosmogonía y las relaciones con el entorno, han sido juiciosamente estudiadas y capitalizadas principalmente por Europeos y más recientemente por Norteamericanos, para producir todo tipo de soluciones, sistemas, productos y servicios, que forman parte del engranaje económico de grandes empresas y de países hoy muy poderosos.
Nunca hemos visto nuestro conocimiento como valioso o como materia prima del desarrollo, tradicionalmente lo hemos entendido como mito, experiencia no verificada, conocimiento no-científico / no-válido y de alguna manera como improvisaciones mediocres.
Hace poco, nos topamos accidentalmente con la palabra portuguesa Gambiarra, que se usa en Brasil para referirse al uso informal de conocimiento técnico, aplicado a soluciones informales para problemas cotidianos con los recursos que haya al momento. Gambiarra completa el ciclo inverso al adaptar conocimiento técnico "validado" a necesidades cotidianas de manera improvisada.
Un ciclo de conocimiento que va de lo improvisado a lo técnico y viceversa, retroalimentándose.
Desde la perspectiva que se planteaba en esta sesión, se entendía la frase como la intención de convertir las experiencias, en un valor , que les permitiera a las organizaciones, crear programas, servicios y proyectos innovadores, basándose en casos de éxito, sistemas y el know how de todos los que en ellas han trabajo desde su fundación. Sin embargo, se percibió la palabra capitalización desde la óptica mercantil, interpretando la frase como la explotación del saber colectivo para provecho individual.
Capitalizar el conocimiento, es una tradición a la que hasta hace muy poco hemos comenzado a cultivar. Por siglos, la sabiduría popular latinoamericana, nacida de su cosmogonía y las relaciones con el entorno, han sido juiciosamente estudiadas y capitalizadas principalmente por Europeos y más recientemente por Norteamericanos, para producir todo tipo de soluciones, sistemas, productos y servicios, que forman parte del engranaje económico de grandes empresas y de países hoy muy poderosos.
Nunca hemos visto nuestro conocimiento como valioso o como materia prima del desarrollo, tradicionalmente lo hemos entendido como mito, experiencia no verificada, conocimiento no-científico / no-válido y de alguna manera como improvisaciones mediocres.
Hace poco, nos topamos accidentalmente con la palabra portuguesa Gambiarra, que se usa en Brasil para referirse al uso informal de conocimiento técnico, aplicado a soluciones informales para problemas cotidianos con los recursos que haya al momento. Gambiarra completa el ciclo inverso al adaptar conocimiento técnico "validado" a necesidades cotidianas de manera improvisada.
Un ciclo de conocimiento que va de lo improvisado a lo técnico y viceversa, retroalimentándose.